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PERMANEZCAMOS UNIDOS

Este es el momento de mostrar nuestro compromiso con los valores europeos

La pandemia COVID-19 y sus graves consecuencias han golpeado a Europa y al mundo entero con toda su fuerza. Poniendo a prueba a cada persona, familia y comunidad, la crisis actual ha expuesto las vulnerabilidades y aparentes certezas de nuestra política y economía y de nuestras sociedades. Sin embargo, estos tiempos difíciles también nos están permitiendo redescubrir nuestra humanidad común como hermanos y hermanas. Pensamos en las muchas personas que están sembrando la esperanza cada día ejerciendo la caridad y la solidaridad.

Queremos orar con profunda gratitud por todos aquellos que sirven a sus semejantes con empatía y calidez, apoyándolos desinteresadamente: médicos, personal de enfermería, proveedores de servicios básicos, fuerzas de la ley y el orden, y personas involucradas en la atención pastoral. Deseamos rezar por todas las personas que están sufriendo durante esta crisis, en particular los enfermos, los ancianos, los pobres, los excluidos y los niños que experimentan inestabilidad familiar. También recordamos en nuestras oraciones a todos los que fallecieron.

Además, acogemos con gratitud las numerosas iniciativas individuales y colectivas que están reinventando nuevas formas de solidaridad y nuevas formas de compartir más allá del necesario distanciamiento social. Encomiamos con gratitud las numerosas acciones políticas de apoyo mutuo y alentamos a los responsables políticos de la Unión Europea y sus estados miembros a que continúen actuando de manera decidida, transparente, empática y democrática. Pedimos sabiduría y fuerza a los dirigentes tanto a nivel nacional como europeo.

Es el momento de que todos nosotros demostremos nuestro compromiso conjunto con el proyecto europeo y con los valores europeos comunes de solidaridad y unidad, en lugar de capitular ante el miedo y los nacionalismos.

Expresiones concretas de nuestra responsabilidad europea compartida podrían ser, por ejemplo: repartir la carga de la atención a los enfermos, facilitar el intercambio de material médico, adoptar medidas creativas que alivien el impacto social, económico y financiero, así como reforzar la cooperación internacional y la asistencia humanitaria para apoyar los sistemas de salud más débiles en las regiones necesitadas del mundo.

El camino de la Cuaresma hacia la Pascua es parte esencial de la fe cristiana. Consideremos este tiempo de prueba también como un tiempo de gracia y esperanza. Permanezcamos unidos y hagamos sentir nuestra cercanía a todos, especialmente a los necesitados.

Card. Jean-Claude Hollerich SJ
Arzobispo de Luxemburgo
Presidente de la COMECE

Rev. Christian Krieger
Presidente de la CEC