Durante los últimos quince años aproximadamente, Europa ha atravesado una sucesión de crisis: la crisis financiera, la pandemia, la guerra de Ucrania, etcétera. Los impactos son múltiples: políticas de austeridad, especulación con los precios de los alimentos y de la energía, inflación sin precedentes... todo ello lo han sentido de forma más aguda los trabajadores y las clases populares. Toda una parte de la población europea ha caído ya por debajo del umbral de la pobreza.


Las políticas neoliberales, cada vez más autoritarias, siguiendo estrategias derivadas de las ideas de la extrema derecha, sobre todo en el ámbito de la seguridad, están socavando nuestras democracias. Un gran número de nuestros conciudadanos manifiestan cólera, hastío e incluso desencanto al no sentirse ya tenidos en cuenta por las políticas aplicadas por los gobernantes.

En todos los países europeos, esto se refleja en altos niveles de abstención en las elecciones y, al mismo tiempo, en un voto airado a favor de los partidos populistas y de extrema derecha. La retórica de estos últimos es atractiva y sus ideas ganan terreno en la sociedad y también en el mundo laboral. Sin embargo, nunca trabajan en interés de sus conciudadanos y trabajadores. Siempre se oponen a los grandes proyectos de progreso social, ya sea a nivel nacional (en cada país) o en el Parlamento Europeo durante las votaciones. Y la experiencia de los partidos populistas en el poder, como en Hungría y Polonia, demuestra que contribuyen a erosionar los principios del Estado de Derecho.

El Grupo de Coordinación del Movimiento Europeo de Trabajadores Cristianos se reunió del 16 al 18 de febrero de 2024 en Wezemaal, Bélgica. Esta reunión permitió evaluar el seminario celebrado en Barcelona en octubre de 2023 y preparar el próximo seminario, que tendrá lugar en Munich, Alemania, en septiembre de 2024. Los responsables del MTCE también pudieron intercambiar planes sobre los vínculos y la cooperación con el movimiento mundial (MMTC), así como sobre el Día de Europa y las próximas elecciones europeas.

 

“Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres, que Dios ama” es una alabanza a Dios proclamada por el ejército celestial que se une al ángel que había anunciado a los pastores la buena noticia de que, en Belén, la ciudad de David, había nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Pero la señal del acontecimiento es desconcertante: “encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (cf. Lc 2,8-14). La señal es de pobreza y de sencillez.

Dios nos ama, en efecto. Él se adelanta a amarnos. Y su deseo es que tengamos paz en todo lo que afecta a nuestra persona: paz interior, paz familiar, paz en nuestras relaciones. Un deseo de paz que también tiene una dimensión pública y política: que la tierra viva en paz, que se cumpla la profecía de Isaías de que de las lanzas se forjarán podaderas y ninguna nación se levantará contra otra, ni se ejercitarán más en la guerra (cf. Is 2,4).

 

Defender y reforzar juntos la democracia 

Como movimientos de trabajadores cristianos de Portugal, España, Francia, Suiza, Austria, Alemania y Tirol del Sur (Italia), nos hemos reunido en el contexto de un fuerte aumento del populismo de derechas en toda Europa para reflexionar sobre la realidad democrática y constitucional en nuestros países y describir perspectivas de futuro comunes para nuestro compromiso en Europa.

Hacemos especial hincapié en que, para nuestros movimientos, el respeto de los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho son requisitos fundamentales para una sociedad justa y humana. Constatamos con gratitud que los procesos democráticos básicos siguen funcionando en nuestros países y que permiten a nuestros conciudadanos participar políticamente. Sin embargo, a pesar de todas nuestras esperanzas, también nos preocupa la relación actual entre sociedad y democracia. Por un lado, la multitud de movimientos democráticos de base en nuestros países nos llena de confianza. Sobre todo, por una política medioambiental consecuente, como demuestra el ejemplo de Fridays for Future, en la que toda una generación sale a la calle.

Muchas personas también siguen con gran atención la evolución económica y social y se manifiestan en forma de iniciativas o asociaciones espontáneas. Nuestras sociedades civiles también se benefician del alto nivel de compromiso voluntario de amplios sectores de la población con el bien común. Por otra parte, observamos en nuestros países que el cansancio político, incluso el desencanto con la política,se extiende cada vez más en un ambiente general de agresividad. Un gran número de nuestros conciudadanos, con sus preocupaciones por el futuro y sus necesidades cotidianas, sienten que la política ya no los tiene en cuenta o que se les ignora deliberadamente. Esto, y la falta de transparencia en los procesos políticos y la creciente brecha entre ricos y pobres, atraen cada vez más la atención y el éxito electoral de los partidos tanto nacionalistas de derechas como populistas. Se benefician de una mezcla tóxica de frustración y protesta, alimentada además por la incompetencia percibida con la que nuestros gobiernos reaccionan ante las múltiples crisis importantes de nuestro presente.

Por dos veces en el Evangelio de Juan, después de la Resurrección, dice Jesús a sus discípulos: La paz esté con vosotros. Ese deseo de Jesús no va dirigido únicamente a sus discípulos, sino a toda la humanidad. Y hoy osamos decir que va dirigido a todos los países en donde hay conflictos bélicos, de mayor o menor intensidad, y en especial a los pueblos de Ucrania y de Rusia.

Un mensaje dirigido a los pueblos y a los dirigentes de los pueblos, a los políticos y a los jefes militares. Un mensaje dirigido a los más débiles de todos los pueblos donde hay conflictos bélicos. Un mensaje a tantas madres, a tantas esposas, a tantos hijos pequeños, que ven que sus hombres, sus padres, no vuelven porque han muerto en el campo de batalla. La paz que Jesús nos desea es un mensaje de esperanza con el deseo de que los poderosos ablanden su corazón y busquen el entendimiento.

Dos no riñen si uno no quiere, dice un conocido y sabio refrán que recoge la experiencia de largos años de conflictos. Por eso, la máxima latina Si vis pacem para bellum, podría verse convertida en Si vis pacem para pacem si las partes en conflicto tuviesen la voluntad de poner fin a todas las hostilidades, a las armadas, a las económicas, a las culturales, a las sociales, a las laborales. Así pues, la llamada de Jesús a ser constructores de paz, tiene pleno sentido en nuestros días y frente a todos los conflictos: Dichosos los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos, leemos en el Evangelio de Mateo. Este texto nos recuerda que la paz es un trabajo, porque demasiado a menudo del corazón del hombre nacen hostilidades y pendencias.

 

La frontera entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio se ha ido difuminando. Por término medio, el tiempo de ocio de los trabajadores ha ido perdiendo terreno. Vivimos una época de primacía del capital sobre el trabajo. "Nuestros principios se basan en la primacía de la persona sobre las cosas. La economía, la empresa y el trabajo deben estar al servicio de las personas, y no al revés ("el trabajo para la persona, no la persona para el trabajo"). Este es el sentido del principio tradicional de la primacía del trabajo sobre el capital (cfr. Juan Pablo II, Laborem exercens, nº 7 y 13).

El 3 de marzo es el Día del Domingo Libre del Trabajo. Un día para reflexionar seriamente sobre la necesidad de que el comercio esté abierto todo el fin de semana, ¡incluido el domingo! Como consumidores, ¿no hay otro día en la semana para ir de compras? Aparte de las actividades estrictamente necesarias, ¿es realmente necesario trabajar el domingo? Como sociedad, ¿deberíamos reservar un día de la semana en el que la mayoría de los ciudadanos estén libres de trabajo y se valore más el descanso, el tiempo libre, el ocio, creando más tiempo para la familia y su bienestar?

En la organización del trabajo, la duración de la jornada laboral en los países más civilizados tardó mucho tiempo en comprenderse y regularse. Durante muchos siglos se trabajó de sol a sol. Las luchas obreras de los siglos XIX y XX permitieron establecer un límite general de 8 horas al día, 5 días a la semana, en la mayoría de los sectores de trabajo de los países occidentales. Durante los años 90 del siglo XX, con la introducción de las nuevas tecnologías, se creyó que era posible reducir la jornada laboral y que los trabajadores tendrían más tiempo libre, pero esta esperanza no se hizo realidad.