Oración por nuestro mundo dolorido

Señor,

a ti venimos en estos momentos oscuros y duros.

A ti venimos a explicarte el dolor y la muerte

que causa la pandemia que diezma a nuestros pueblos.

Y ponemos en nuestra boca las palabras del salmista:

“Di al Señor: Tú eres mi refugio,

mi baluarte, mi Dios en quien confío.

Él te librará… de la peste asoladora… bajo sus alas te dará cobijo…

No temerás el terror de la noche… ni la peste que surca la niebla,

ni la plaga que devasta a pleno día” (Sal 91,2-6).

 

Señor,

en ti confiamos en estos momentos

en que tantos hermanos y hermanas nuestros,

tan débiles, viven en sus carnes

el dolor de la Pasión y Muerte de Jesucristo, tu Hijo.

 

Señor,

a ti venimos para darte gracias

por tantos hermanos y hermanas nuestros

que ponen al día la Resurrección de tu Hijo amado,

entregándose con todas sus fuerzas para aliviar tanto dolor.

Te damos gracias por todos los profesionales de la medicina,

por todos los que trabajan en los hospitales,

por los que cuidan a sus ancianos enfermos en los hogares,

por los padres y abuelos que, con paciencia,

explican a sus hijos pequeños esta situación.

Por los jóvenes que maduran asumiendo esta experiencia,

y sacan de ella consecuencias de futuro.

Te damos gracias por todos los empleados públicos

y funcionarios de nuestros países y ciudades

que nos hacen más llevadera la vida y la convivencia.

Te damos gracias por los trabajadores que hacen

que funcionen los transportes públicos,

que haya medicamentos en las farmacias

y alimentos en las tiendas y en los mercados.

Y te damos gracias por los trabajadores y trabajadoras

que nos facilitan la vida en estos tiempos de reclusión,

y por los que siguen trabajando desde sus casas. 

Sí, te damos gracias por tantas muestras de solidaridad

y por la responsabilidad y seriedad

con la que tantos ciudadanos afrontan esta realidad tan difícil. 

 

Señor,

nos da miedo el futuro, y las consecuencias económicas

que se van a derivar de esta pandemia

que está afectando a tantos y tantos países. 

Nos preocupan los puestos de trabajo que se van a perder,

los trabajadores y trabajadoras

que verán conculcados sus derechos laborales,

o que verán reducido su poder adquisitivo,

los pobres y empobrecidos

que tendrán que recurrir a los servicios sociales,

los pequeños empresarios que tendrán que empezar de nuevo.

 

Señor,

también nos preocupa

la situación económica mundial de los próximos años.

Ayuda a los expertos en economía a encontrar salidas

viables y solidarias para el conjunto de nuestros pueblos,

especialmente de los pueblos más pobres

y con menos medios para superar esta situación.

También te presentamos los campos de refugiados,

y todos los que malviven en ellos.

Señor, tu conoces sus precariedades.

No permitas que esta pandemia pueda llegar a cebarse

en ellos, los más pobres y abandonados,

ni en los sin techo que viven en nuestras calles,

ni en los presos confinados en nuestras cárceles. 

 

Señor,

te pedimos por nuestros gobernantes.

Haz que tengan la sabiduría que viene de ti

para que acierten en las decisiones que tomen,

y que sean sensibles al dolor de tantas familias

que sufren la enfermedad o la muerte

de sus seres más queridos.

Que no tengan intereses espurios

y que solo los mueva el servicio desinteresado. 

 

Padre,

te pedimos por todos los difuntos de esta pandemia.

Acógelos en tu abrazo amoroso y tierno

de madre cariñosa con entrañas de misericordia.

Que descansen en tu paz

y que gocen de tu presencia para siempre.

También te pedimos por sus familiares:

dales tu consuelo y tu cariño para que,

después de esta prueba tan dura,

vuelvan a mirar la vida con esperanza.

 

Padre,

finalmente te pedimos por nosotros.

Haz que esta experiencia tan difícil  

por la que ahora pasamos la sepamos aprovechar

para que en el futuro vivamos la vida con sentido,

para que sepamos rechazar todo lo que es superfluo,

para que hagamos nuestra

la experiencia salvadora de tu Hijo Jesucristo

y así, conociéndolo, amándolo y siguiéndolo

como discípulos que quieren vivir su Evangelio,

cumplamos tu voluntad de que nuestro mundo

sea de verdad el Reino que tú has soñado para nosotros.

 

Amén.

 

Josep Jiménez Montejo

Consiliario del MTCE

24 marzo 2020