¡La esperanza es audaz!

El Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE/ECWM/EBCA) ha organizado un seminario titulado "Impacto de la Pandemia de Coronavirus en el Empleo y los Asuntos Sociales - Experiencias y Acciones para la Reconstrucción" en Lisboa, Portugal, del 21 al 24 de septiembre. Asistieron al seminario 35 representantes de afiliados de 8 países europeos, que aportaron sus experiencias y perspectivas.

La pandemia del coronavirus no es sólo un problema sanitario, es también un problema social que ha agravado los problemas ya existentes y los ha aumentado. Entre ellos, la pobreza, el desempleo, la desigualdad de condiciones de vida, las desigualdades entre mujeres y hombres, entre ricos y pobres. Las diferencias se han incrementado.

Vemos que las injusticias ya existentes se han agravado:

  • En la pandemia, la situación de los cuidadores, remunerados o no, se ha convertido en el centro de nuestra atención. Los cuidadores ya estaban sobrecargados de trabajo y la pandemia ha acelerado aún más esta sobrecarga.
  • Los gobiernos han proporcionado ayuda financiera a las empresas y a los trabajadores. Sin embargo, en muchos lugares este apoyo no ha estado bien orientado. Esto ha provocado que no hayan llegado las ayudas a los que más las necesitaban.
  • Durante la pandemia, la extensión del teletrabajo en casa ha aumentado considerablemente. Sin embargo, no todos los países cuentan con el marco legal necesario para garantizar los derechos de los trabajadores en esta forma de trabajo. Sigue siendo una cuestión abierta de cómo puede utilizarse el teletrabajo en beneficio de los trabajadores. Los inconvenientes son: el aislamiento de los trabajadores y la exclusión de aquellos que no tienen suficiente acceso a las herramientas de trabajo digital.
  • En el transcurso de la discusión sobre la oficina en casa, hemos constatado que muchas personas pierden de vista el hecho de que una gran parte de las actividades laborales sólo pueden realizarse de forma presencial. Estos trabajadores estuvieron especialmente expuestos al virus durante la pandemia. Deben seguir siendo el centro de nuestra atención.
  • Durante la pandemia, se ha puesto de manifiesto la importancia de actividades que habitualmente suelen permanecer invisibles, pero que son especialmente importantes para la sociedad, como los cuidados, la limpieza, el transporte, la logística, las   guarderías y las escuelas, etc. 
  • También constatamos que los grupos que ya eran vulnerables se han visto especialmente afectados por la pandemia. Entre ellos se encuentran, por ejemplo, los pobres, los inmigrantes, los gitanos, las personas con discapacidad, los jóvenes, etc.
  • A día de hoy, en muchas personas persiste el estrés psicológico provocado por la pandemia. La tendencia al individualismo ha aumentado.

Sin embargo, también vemos ejemplos positivos que nos dan esperanza:

  • La voluntad de actuar con solidaridad ha crecido en muchos lugares. En los barrios, la gente ha tomado la iniciativa de apoyarse mutuamente.
  • Durante la pandemia, las empresas de economía social han puesto especialmente en práctica sus puntos fuertes. Al poner la solidaridad en el centro, han demostrado ser especialmente resilientes. La economía social está presente en todos los sectores: Son empresas locales que reducen las desigualdades y contribuyen al empleo sostenible.

 

Juzgar

"Levántate y anda" (Mc 2, 9).

Ante esta realidad, formulamos nuestras convicciones y orientaciones para llevarlas con claridad al debate público. Al hacerlo, escuchamos de manera especial las experiencias y necesidades de las personas con las que actuamos en solidaridad. En particular, abogamos por:

  • Soñar un futuro del trabajo, en el que tengamos unas mejores condiciones laborales. Es bueno que las actividades socialmente relevantes se hayan hecho visibles, pero ahora se trata de mejorar de forma sostenible sus condiciones de trabajo.
  • Un mundo en el que las personas sean lo primero. Deben estar en el centro de nuestras propias acciones, así como en el centro de la actividad económica. Necesitamos una economía al servicio de las personas.

Toda persona es capaz de hacer algo socialmente valioso, por lo tanto, todas las personas deben tener también unas buenas condiciones de trabajo.

Los más débiles y vulnerables deben ser, de manera especial, el centro de la acción social. El apoyo del Estado del Bienestar y las infraestructuras sociales deben garantizar que todas las personas puedan vivir con dignidad.

Formulamos nuestras convicciones como expresión de nuestra fe en Jesucristo, a quien nosotros queremos seguir, el cual consideró a todos como hijos de Dios y, por tanto, consideramos a todas las personas como hermanas y hermanos.

Apostamos por la solidaridad. Ningún ser humano puede aislarse de la sociedad en la que vive. Vemos la necesidad de garantizar que nadie quede al margen de la solidaridad del Estado del bienestar. Vemos la necesidad de reforzar aún más las formas de solidaridad en las iniciativas de economía social.

Actuar

La pandemia nos ha mostrado con toda claridad que los cambios sociales son necesarios. Exigiremos estos cambios y contribuiremos a la solidaridad y la justicia. Como cristianos y como movimientos de trabajadores cristianos, queremos contribuir a la construcción de un mundo diferente y mejor. Nos comprometemos a hacer realidad estas exigencias:

  • Nuestra solidaridad se concreta en nuestro compromiso con los trabajadores, especialmente con los más vulnerables. Ya estamos diseñando proyectos concretos de solidaridad y seguiremos reforzándolos.
  • Facilitamos y organizamos la educación (formación y educación popular) y el empoderamiento, a nivel personal y colectivo, para la emancipación y la autonomía.
  • Promovemos el diálogo entre la Iglesia y la clase trabajadora. Llamamos la atención de la Iglesia sobre las condiciones de trabajo y pedimos un posicionamiento en términos de dignidad humana.
  • Participamos activamente en el cambio político y nos implicamos en los debates políticos.
  • Para ello, dialogamos con otras organizaciones y colaboramos con ellas para hacer efectivo ese cambio.
  • Asumimos el reto que nos plantea la crisis climática. Esto implica reflexionar sobre ella en su conexión con las cuestiones sociales y aportar a los debates sociales una posición basada en nuestras convicciones.
  • Pedimos una ley de diligencia debida (ley de la cadena de suministro) a nivel de la UE que mejore de forma eficaz, las condiciones laborales y la responsabilidad medioambiental en las cadenas de suministro.

Cuando trabajamos a nivel local, no estamos atentos a las injusticias estructurales globales. Creemos que todos podemos contribuir al cambio social que necesitamos. Incluso cuando las cosas son difíciles, no perdemos la esperanza. La esperanza es audaz.

Lisboa, 25 de septiembre 2022

 

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Declaración de Lisboa en lengua portuguesa