«Si no encuentro un trabajo digno, mi entrada al mundo laboral se habrá esfumado»

Elena Moreno | Noemí es una madrileña de 40 años, casada y con un hijo de tres años. Hace unos siete abandonó Madrid para irse a Mallorca con su marido, dejando atrás una buena oportunidad de trabajo. Lo dejó todo con la ilusión, y también la incertidumbre, de empezar de cero en otro lugar. Pero le está costando encontrar un trabajo digno.

Después de pasarse más de media vida estudiando, opositando y formándose (es licenciada en Ciencias Matemáticas, tiene el Curso de Adaptación Pedagógica y un Ciclo de Grado Superior en Edificación y Obra Civil), apenas tiene dos años y medio cotizados en la Seguridad Social. Su primer trabajo le llegó a los 32, como delineante. Ejerció unos meses como profesora, justo antes de irse a Mallorca. Allí solo ha conseguido trabajar una hora a la semana en una academia durante dos meses y como cajera en Mercadona dos temporadas de verano.

Con la llegada de su hijo, su marido y ella decidieron prescindir de un segundo sueldo para dedicarse por completo al cuidado del pequeño. Pero ahora Noemí necesita volver a trabajar y ha retomado la búsqueda activa de empleo, no sin dificultades.

Vive con la presión de ser una mujer de 40 años, sin apenas experiencia laboral y madre de un niño pequeño. Siente que el tiempo juega en su contra. «Soy consciente de que si no encuentro a muy corto plazo algo estable y digno (y con digno me refiero a un trabajo que me permita tener calidad de vida, que me permita conciliar de verdad para poder tener vida familiar y social, un trabajo con derechos, estable, que me dé seguridad), mi oportunidad de incorporarme al mundo laboral en un puesto de trabajo acorde a mi perfil y de manera definitiva se habrá esfumado». Además, está la urgencia de ingresos económicos. Una familia con un sueldo medio a duras penas llega a fin de mes.

Siendo desempleada de larga duración, se nota incompleta. «Llevo prácticamente toda la vida con esa faceta vacía y, aunque desde que nació mi hijo se ha colmado con la labor de madre muy satisfactoriamente, sigo necesitando poder trabajar para sentirme realizada y que todas las dimensiones de mi vida estén cubiertas. Además, las tareas de madre y de ama de casa son tan absorbentes que siento la necesidad de tener tiempo para mí como persona y como trabajadora fuera de casa».

La esperanza de encontrar un trabajo acorde a su currículum académico se reduce a medida que pasa el tiempo. «Como licenciada me siento frustrada y me entristece sobremanera haber invertido tanto tiempo y esfuerzo en formarme para luego no tener la recompensa de poder trabajar en algo para lo que me he preparado. Aunque tengo la convicción de que toda mi formación me puede abrir puertas que no se abrirían sin ella. Siento que sin experiencia, mi titulación universitaria ha perdido su valor».

Hace semanas Noemí ha empezado a trabajar, de nuevo, en Mercadona, con un contrato de seis días a la semana, incluidos los domingos, con turnos alternativos de mañana y tarde, por una duración de cuatro meses, coincidiendo con la temporada de verano.

Una nueva y desconocida situación para ella como madre trabajadora, que le llena de agobio. Parece incompatible trabajar y cuidar de un hijo. «Sufro porque el pobre, con solo 3 años, hace una jornada más larga que la mía, y siento que me estoy perdiendo parte de su crecimiento, la semana que estoy de tarde no le veo. Me indigna que te veas obligada a necesitar ayuda externa sí o sí para compatibilizar horarios y me agobia porque, por desgracia, apenas tenemos apoyo».

Y si ya es casi imposible tener tiempo para cuidar de tu hijo, poco queda para las tareas domésticas, para la pareja, para la vida social, para uno mismo… «Trabajando seis días a la semana, apenas tienes tiempo para desconectar y descansar, los turnos alternativos hacen que la semana de tarde no veas a tu familia y trabajando el sábado y el domingo tampoco puedes disfrutar ni siquiera de un solo día completo en familia esa semana».

No obstante, Noemí agradece contar en todo momento con el apoyo de su marido, aunque también él sufre, al ver cómo todo este proceso afecta a su mujer a nivel personal. También valora el aliento incondicional de sus padres y su hermano, que le dan esperanzas y ánimos y la seguridad de saber que siempre estarán ahí, incluso, si tuviera que volver a Madrid.

Aunque intenta levantarse cada día con ánimo y una actitud positiva, Noemí confiesa que «a veces la desesperación parece que quiere acampar en mi vida. Es difícil mantener la esperanza en mi situación e imagino que, por desgracia, no es única. Las condiciones laborales y los horarios no están a la medida de la persona, a la medida de las familias, y hacen que la conciliación para demasiadas trabajadoras sea más una ilusión que una realidad».

Sin embargo, asegura que intenta mantener viva la fe y construir caminos junto con su familia que sigan humanizando sus relaciones familiares y con otros. «Creo que debo seguir luchando y buscar junto con otros cómo mirar el futuro sin amargura y con más confianza».

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Fuente: www.hoac.es