Defender y reforzar juntos la democracia 

Como movimientos de trabajadores cristianos de Portugal, España, Francia, Suiza, Austria, Alemania y Tirol del Sur (Italia), nos hemos reunido en el contexto de un fuerte aumento del populismo de derechas en toda Europa para reflexionar sobre la realidad democrática y constitucional en nuestros países y describir perspectivas de futuro comunes para nuestro compromiso en Europa.

Hacemos especial hincapié en que, para nuestros movimientos, el respeto de los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho son requisitos fundamentales para una sociedad justa y humana. Constatamos con gratitud que los procesos democráticos básicos siguen funcionando en nuestros países y que permiten a nuestros conciudadanos participar políticamente. Sin embargo, a pesar de todas nuestras esperanzas, también nos preocupa la relación actual entre sociedad y democracia. Por un lado, la multitud de movimientos democráticos de base en nuestros países nos llena de confianza. Sobre todo, por una política medioambiental consecuente, como demuestra el ejemplo de Fridays for Future, en la que toda una generación sale a la calle.

Muchas personas también siguen con gran atención la evolución económica y social y se manifiestan en forma de iniciativas o asociaciones espontáneas. Nuestras sociedades civiles también se benefician del alto nivel de compromiso voluntario de amplios sectores de la población con el bien común. Por otra parte, observamos en nuestros países que el cansancio político, incluso el desencanto con la política,se extiende cada vez más en un ambiente general de agresividad. Un gran número de nuestros conciudadanos, con sus preocupaciones por el futuro y sus necesidades cotidianas, sienten que la política ya no los tiene en cuenta o que se les ignora deliberadamente. Esto, y la falta de transparencia en los procesos políticos y la creciente brecha entre ricos y pobres, atraen cada vez más la atención y el éxito electoral de los partidos tanto nacionalistas de derechas como populistas. Se benefician de una mezcla tóxica de frustración y protesta, alimentada además por la incompetencia percibida con la que nuestros gobiernos reaccionan ante las múltiples crisis importantes de nuestro presente.

El cambio climático, la amenaza permanente al orden de paz europeo y mundial, así como los procesos de transformación económica de gran alcance, obligan a tomar decisiones políticas difíciles que son rechazadas por una parte de la población por considerarlas inaceptables y percibirlas como injustas. Las consecuencias destructivas globales para el Estado de Derecho y la democracia de la permanente asunción del poder por parte de gobiernos populistas de derechas y las "soluciones fáciles" que practican pueden observarse en la erosión de los principios del Estado de Derecho, especialmente en Polonia y Hungría. En nuestros países, observamos una amenaza creciente para la democracia, planteada por el reconocible abandono del sector educativo y por la orientación puramente lucrativa del mundo de los medios de comunicación. 

Nuestra valoración de los preocupantes acontecimientos aquí mencionados se basa en la comprensión de la dignidad del ser humano, de su vida y de su trabajo, configurada por la propuesta bíblica: “No explotarás al jornalero pobre y necesitado, bien se trate de un hermano tuyo israelita o bien de un inmigrante que reside en tu tierra, en tus ciudades”, (Dt 24,14), refrendada por Jesucristo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), que insiste en nuestra misión de evangelizar el mundo obrero: “a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Lc 7,22). También se basa en la doctrina social cristiana y nuestra tradición como movimientos de trabajadores. Nuestra vocación es el desarrollo y la configuración de una sociedad en la que cada ser humano pueda vivir con dignidad individualmente y al mismo tiempo junto con todos los demás. La democracia y la fiabilidad del Estado de derecho son requisitos indispensables para ello. Estamos convencidos de que una política al servicio de la democracia y sus derechos fundamentales se basa en la voluntad de compromiso, la capacidad de integración y la voluntad de superar las diferencias políticas, así como las brechas culturales. Por ello, como movimientos de trabajadores cristianos, nos dedicamos con todas nuestras fuerzas a la protección y al desarrollo ulterior de la democracia. Luchamos junto con todas las fuerzas políticas y de la sociedad civil de "buena voluntad" por una Europa democrática y comprometida con la dignidad humana.

Con esta idea en mente, participamos de formas diversas y variopintas en los debates políticos contemporáneos sobre justicia, dignidad humana y prosperidad social. Buscamos activamente el intercambio de opiniones y la cooperación con individuos, grupos de base, organizaciones y partidos. Al hacerlo, nos guiamos por el convencimiento de que sólo podemos alcanzar nuestros objetivos a través de amplias alianzas. Los sindicatos y las organizaciones eclesiásticas, en particular, son nuestros socios naturales. Nuestra fuerza se basa, entre otras cosas, en la diversidad de grupos y realidades sociales que se reflejan en la Iglesia católica y en su coexistencia pacífica y productiva. Esto nos permite tratar con aprecio a personas ajenas a nuestros movimientos y defender desinteresadamente nuestros valores. Además, el redescubrimiento de los procesos de toma de decisiones controlados sinodalmente en nuestra Iglesia conduce a una nueva valoración de la escucha activa y a un cuidado más profundo en los procesos conjuntos de toma de decisiones.

Nuestra fe cristiana y nuestra orientación básica hacia el mensaje sanador del Evangelio nos permiten resistir la tentación de estallar en miedo y pánico ante los acontecimientos problemáticos y los grandes desafíos de nuestro tiempo. Como personas esperanzadas, estamos muy despiertos ante el fuerte crecimiento del populismo de derechas y sus principios y mensajes inhumanos. Luchamos con todas nuestras fuerzas contra el progresivo empobrecimiento de la solidaridad de las sociedades de nuestros países y contra la erosión de la democracia y del Estado de Derecho. Como cristianos, tenemos el deber de defender los derechos y la dignidad de todas las personas, pero especialmente de aquellos que no tienen ni prestigio ni voz.