Réquiem por una Europa que debe morir, oda a una esperada Europa


1. En estos días de Covid-19 estamos viendo cómo la sociedad y las clases populares y trabajadoras se están organizando en redes de solidaridad y de apoyo mutuo. Estamos viendo el renacimiento de la acción comunitaria y una atención por las personas más desprotegidas. Estamos viendo cómo se reconoce cada día el trabajo denodado de la comunidad sanitaria, la centralidad de las trabajadoras del hogar y de las trabajadoras que cuidan de los enfermos y los dependientes, el heroísmo de tantas y tantos santos cotidianos, como gusta llamar al papa Francisco, pese a todas las dificultades y pese a que el virus del individualismo lo tenemos inoculado desde siempre, y más aún por parte de este capitalismo depredador y fratricida que nos ha llevado al borde del precipicio.

2. Por ello, si este tejido humano se está rehaciendo desde lo pequeño, con muchas gotas de amor, humildad y generosidad, aspiramos a ver estas dinámicas en las instancias que nos gobiernan y también en las empresas donde trabajamos. Así, nos duele ver cómo en Europa y en las instituciones comunitarias los gobiernos de los Estados miembros reproducen en interés propio unas dinámicas que ya se dieron, sin ir más lejos, en la crisis financiera del 2008, y que deben superarse en este momento tan grave.

3. La Organización Internacional del Trabajo nos alerta de la llegada de una oleada de desempleo en el mundo y en Europa en particular (un mínimo de 12-15 millones de trabajos perdidos) como no se había dado desde hace décadas. Veníamos, además, de una situación de debilidad con Estados del bienestar infradotados en su acción social y en los servicios públicos (por el efecto de las políticas de austeridad) y un mercado laboral fuertemente precarizado. Es momento de hacer política por el bien común y para ello, como indica el papa Francisco, conviene aplicar medidas que superen el paradigma tecnocrático dominante acostumbrado.

4. Los Estados deben garantizar la máxima ocupación en condiciones dignas y, para aquellos que no pueda conseguirse un empleo, proporcionar rentas vitales suficientes, como ya está pidiendo el Papa. También es momento de demandar a los grandes actores del sector privado empresarial -que en la historia reciente se ha beneficiado de rescate público, como, por ejemplo, el sector bancario- un compromiso económico y ético y una distribución más equitativa del excedente que crean en esta reconstrucción.

5. Nuestros gobernantes y quienes los elegimos debemos aprender de lo ocurrido: hay que fortalecer los sistemas públicos de salud y de protección social, deben aplicarse políticas de regulación para proteger a los trabajadores, hay que reconstruir un tejido productivo e industrial de proximidad que proporcione condiciones laborales dignas, que minimice el perjuicio al medio ambiente y en el que la ciudadanía pague un precio justo por estos productos éticamente elaborados.

6. Nadie duda que, en función de cómo Europa afronte la reconstrucción económica y social después de la pandemia, su existencia tendrá sentido (porque cumple una función) o bien se vendrá abajo. Serán necesarias políticas de financiación común, preferentemente mutualizada, para sostener el gasto público que se generará. Este es también el momento de la solidaridad, la cooperación mutua y la acción conjunta y consensuada. La crisis sanitaria ha puesto en evidencia nuestra interdependencia y el hecho de que países llamados ricos vivamos una experiencia de pobreza y enfermedad que nos acerca a los países más empobrecidos, con lo que se abre una oportunidad a escuchar más claramente la llamada a cambiar personalmente y colectivamente. Es momento de alejar para siempre de Europa el populismo, el blindaje de las fronteras, la fabricación y tráfico de armas, la marginación del diferente y el rechazo del inmigrante. Es momento de dejar de ser acreedores de países pobres que han pagado sobradamente su deuda.

7. El tiempo de Pascua nos da la ocasión de convertirnos y de construir entre todos, y dialogando, un modelo productivo socialmente más inclusivo, bajo en carbono y ambientalmente más sostenible, en línea con las medidas que contempla el Acuerdo Verde Europeo. «Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos los que deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir» (de la carta que el papa Francisco ha dirigido a los movimientos populares el pasado Domingo de Resurrección).

8. Por todo lo anteriormente expresado, el MTCE se reafirma en sus opciones cristianas vividas en el seno del mundo obrero y en su apuesta a favor de las clases populares y trabajadoras. El MTCE quiere poner todo su esfuerzo para que Europa, nuestra Europa, sea fiel a sí misma y quiera que todos sus hijos vivan con plenitud su condición humana y su dignidad de hijas e hijos de Dios. Una Europa con el corazón abierto a todos los vientos de la justicia, un corazón misericordioso para proteger a sus hijos más débiles y para acoger a los pobres que llaman a nuestras puertas.

MTCE, 9 de mayo de 2020

 

(Ilustración: https://www.together4europe.org/)