“Consolad, consolad a mi pueblo” (Is 40,1). Con estas palabras de esperanza y confianza del profeta Isaías iniciamos este mensaje de Navidad dirigido a todos los miembros de los movimientos que conforman el MTCE, en estos tiempos duros que sufre nuestro mundo y nuestra Europa. La pandemia del COVID-19 se ha encarnizado en muchos de nuestros conciudadanos, tanto en los aspectos sanitarios como económicos, cebándose en los que sufren peores condiciones de vida. Además, muchos ciudadanos europeos han muerto en nuestros países a causa de esta pandemia.

“Porque no había alojamiento para ellos en la posada” (Lc 2,7). Muchas de las situaciones de precariedad que sufren muchos ciudadanos y ciudadanas europeas las experimentó Jesús, el Hijo de Dios, en su nacimiento. Una situación de pobreza vivida en estos tiempos, por muchas personas: trabajadores despedidos, puestos de trabajo destruidos, enfermos, secuelas psicológicas, fallecimientos, y otras consecuencias que nos deterioran como personas y como sociedad.

“Vayamos a Belén, a ver lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado” (Lc 2,15). La condiciones sanitarias y laborales que vive nuestra sociedad nos llaman a acercarnos al pesebre de Belén y contemplar en él a Jesús que nace en medio de nuestro mundo herido por la precariedad y el dolor. Por eso repetimos la acción de los pastores cuando nos acercamos a aquellos que más sufren a causa de esta pandemia. Que la solidaridad, el amor fraterno, y la entrega de nuestro tiempo sea la nota distintiva de nuestra visita al pesebre pobre y humilde que es hoy nuestro mundo.

“Los pastores, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído” (Lc 2,20). Todo lo que hemos vivido en estos meses, y lo que estamos viviendo, nos obliga a abrir el corazón y la sensibilidad a todo tipo de pandemias. Que nuestro eurocentrismo no nos haga olvidar que la pandemia es universal, y que muchos países muy pobres sufren otras pandemias que diezman sus gentes, azotadas por crisis provocadas por factores como la sequía, el hambre, los conflictos armados y el desplazamiento de la población, contando además con servicios de salud muy débiles.

“Le pusieron por nombre Jesús” (Lc 2,21). Jesús significa “el Señor salva”. El solo nombre de Jesús es para nosotros una llamada a la esperanza, a mirar nuestro futuro y el de nuestros pueblos con los ojos puestos en Jesús. Un Jesús que nos anima y nos invita a una acción solidaria y humanizadora allí en donde nos encontremos: familia, vecindario, centros de trabajo, centros de voluntariado, entidades y asociaciones de solidaridad. Siguiendo a Jesús, seremos la única Biblia que mucha gente podrá leer: que nuestra acción sea a la vez salvadora y evangelizadora. Nos animan a llevar a cabo esta tarea las dos recientes encíclicas del Papa Francisco, Laudato Si’ y Fratelli tutti, que son una referencia para nuestro compromiso cristiano en el mundo obrero y en la acción social de la Iglesia.

Amigas y amigos del MTCE: ¡Feliz Navidad! Celebrémosla tomando todas las precauciones sanitarias que nuestros gobiernos nos recomiendan. Celebremos que Jesús, el Hijo de Dios, se ha hecho carne de nuestra carne, uno de los nuestros, y se ha quedado con nosotros para siempre en el pan y el vino de la Eucaristía, y en los hambrientos, los sedientos, los emigrantes, los desnudos, los enfermos y los presos (cfr Mt 25,34-36). Con Jesús y como él, queremos lavarles los pies a todos ellos: “Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho” (Jn 13,15).

 

 

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(Foto: Iglesia Católica de Bélgica)