Europa, la guerra, Dios, las personas

 

En este año 2022, vamos a celebrar el Día de Europa (9 mayo) con el terrible telón de fondo de la guerra en Ucrania.

¿Qué podemos decir los cristianos?

Como sucedió también con la COVID, parece que el drama de Ucrania está planteando de nuevo las preguntas sobre Dios, la vida y el ser humano. ¿Qué hace Dios ante todo esto? ¿Dónde está Dios ante esas calles vacías, pobladas solo por cadáveres, algunos además con las manos atadas a la espalda? ¿Dónde está Dios ante esas madres desesperadas por no saber cómo liberar a sus niños del pánico, del hambre o de sufrimientos superiores a sus pequeñas fuerzas? ¿Cómo es posible que Dios permita lo que está ocurriendo en la Ucrania de hoy? O lo que ocurrió en los diversos Auschwitz de ayer.

Queremos ser cristianos y testigos de la propuesta de salvación y liberación que Jesucristo ofrece a la sociedad y al mundo del trabajo, pero las personas de nuestro entorno nos presentan estas preguntas.

El problema del “silencio de Dios”, lo han tenido que soportar los cristianos desde el principio de los tiempos.

Fue un ateo como Jean Paul Sartre quien confesó que lo que le gustaba del Dios cristiano es que había preferido un mundo con libertad, aunque funcionase mal, que un mundo fascista que funcionara bien.

Ante el aparente “silencio de Dios” o “pasividad - permisividad de Dios” tenemos que recuperar el sentido de la libertad del ser humano.

Y en ese escenario de libertad, hemos hecho que tragedias como la de Ucrania sean posibles. Pero tenemos la oportunidad de convertir lo que está ocurriendo en lecciones.

Podríamos decir que, si Dios existe y el mundo se acogiera a su amor, el mal no tendría explicación, pero si Dios no existe, el mal no tiene solución. Esto es lo que nos puede ayudar a saber qué lecciones debemos aprender de Ucrania.

Ante la guerra ¿es conveniente incrementar el presupuesto militar y el uso de armas? Hasta hoy, todas las armas teóricamente defensivas, han acabado por ser sobre todo armas ofensivas y, además, fuente impresionante de negocios infames.

El crimen de Ucrania puede convertirse en una guerra no solo mundial, sino además nuclear. Como suele suceder, las pequeñas ventajas a corto plazo nos ciegan totalmente ante la gran amenaza a largo plazo. Olvidamos aquel texto del poeta romano Ovidio, y que fue escrito hablando del amor: “principiis obsta; sero medicina paratur cum mala per longas invaluere moras” (lucha desde el principio; pues si la medicina llega tarde, el mal se habrá fortalecido). Y esta ceguera nos lleva a que si luego, por desgracia, se cumple ese peligro a largo plazo, entonces acabemos preguntándonos qué hace Dios, en lugar de examinar qué no hemos hecho nosotros.

Es lógico horrorizarse antes las imágenes que nos llegan de Ucrania, pero más importante que horrorizarse es comprender que esa atrocidad no ha surgido de golpe: es el resultado de un proceso moral “cancerígeno” por el que el mundo ha aceptado como “natural” las reglas de juego del egoísmo y la subordinación de las personas a los mercados.

Los movimientos de trabajadores cristianos de Europa deseamos afirmar nuestra solidaridad con las poblaciones ucranianas y rusas que sufren esta guerra. Una vez más es el pueblo el que tiene que sufrir las consecuencias inhumanas de la guerra.

Fieles a los valores de la paz que defiende el movimiento obrero y que es sustancialmente mensaje de Jesucristo, el MTCE hace un llamamiento a la oración, al trabajo por la paz, a la defensa del pueblo injustamente maltratado y a la acción para poner fin rápidamente a este conflicto.