Desde hace más de un año, nuestro planeta se enfrenta a una crisis sanitaria y social que nos afecta a todos. Sin embargo, no todos los grupos sociales sufren las consecuencias de la misma manera.
Las clases populares, los obreros y los empleados son los más expuestos a los riesgos de contagio. La tasa de mortalidad en estas categorías sociales es mucho mayor que en las más acomodadas.
Las clases populares, las más afectadas
Las condiciones de trabajo se han vuelto cada vez más difíciles y las medidas necesarias de prevención han provocado un aumento significativo de la carga de trabajo para algunos empleados que no pueden realizar sus tareas a distancia. Para otros, el teletrabajo ha sido una medida impuesta que puede conducir a una gran presión, al aislamiento y a una mayor explotación.
Para muchos se ha hecho imposible seguir trabajando: "A una de mis hijas la han puesto a trabajar a jornada reducida porque no hay suficientes ordenadores para el teletrabajo en su empresa. Le quitaron 5 días de vacaciones y otros días libres. Cuando trabajas en un taller te ponen a trabajar en jornada reducida con un sueldo del 80%"
Los más precarios, los desempleados y los trabajadores temporales se ven especialmente afectados por esta crisis. Fueron los primeros en quedarse sin contrato, sin esperanza de que se les ofrezca uno nuevo durante mucho tiempo, con todas las consecuencias que ello plantea. He aquí el ejemplo de N., un joven padre divorciado: "En Navidad, me quedé sin regalar juguetes a mis dos hijos, ellos me mantienen y me ayudan a salir adelante. Este invierno compré casi 3 m3 de leña, la guardé para cuando vinieran mis hijos. Estoy con el abrigo puesto, incluso en la cama”. Muchos trabajadores discapacitados también se han visto afectados por el cierre de sus instalaciones.
En toda Europa, los Estados han adoptado medidas sociales para hacer frente a la crisis, pero estas medidas han sido temporales en muchos casos, y son principalmente los trabajadores en mejor posición los que se han beneficiado de ellas. Al final, mientras el desempleo sigue aumentando, casi 6 de cada 10 parados de nuestro continente no reciben ninguna indemnización.
Junto a esto, algunos derechos sociales están siendo cuestionados en varios países. Los sistemas de control también se han debilitado: "Los inspectores de trabajo se han visto obstaculizados por sus superiores para hacer su trabajo correctamente: por presiones de ciertas empresas e instituciones públicas, un inspector fue suspendido y luego trasladado automáticamente a otro departamento por haber iniciado un procedimiento para obligar a una empresa de ayuda a domicilio a proporcionar mascarillas a sus empleados”
Esta situación se da a la par que la vida democrática ha quedado en suspenso. Como nos recuerda el filósofo Bruno Latour algunos ven en esta crisis "una maravillosa oportunidad para romper aún más radicalmente con los obstáculos que quedan para escapar del mundo". La oportunidad es especialmente buena para desmontar lo que queda del estado del bienestar, de la red de seguridad para los más pobres y de lo que queda de las normativas contra la contaminación atmosférica”
Un momento histórico para cambiar
Sin duda, es necesario recordar que son precisamente las decisiones políticas las que han hecho una economía europea dependiente y las que han debilitado todo nuestro sistema sanitario y asistencial. La capacidad de los hospitales se ha visto afectada por decisiones presupuestarias basadas únicamente en la lógica de la reducción del gasto público, en sentido contrario a las necesidades reales de la población.
Al entrar en el tiempo de Pentecostés, cómo no tener presente este mensaje de audacia que se expresa en el Evangelio, cómo no sentirnos interpelados por esta imagen de los discípulos, confinados en el miedo, encerrados en su casa y replegados en sí mismos hasta que el Espíritu les empuja a abrirse al mundo, a asumir el riesgo del camino y del encuentro.
Nuestro continente es el que, a través de sus Estados miembros, ha establecido los sistemas de protección social más avanzados. Queda mucho por hacer y esta crisis sanitaria y social nos lo demuestra. Esta crisis es un momento histórico, una oportunidad para realizar cambios importantes que podrían basarse en la fiscalidad de las mayores fortunas que se han enriquecido a pesar de la situación. Hoy, Europa está llamada a construir nuevamente: unos servicios públicos fuertes, una política de protección social innovadora y una verdadera solidaridad entre los pueblos y los Estados.
En esta crisis, Europa no debe replegarse sobre sí misma, sino comprometerse con la necesaria solidaridad internacional para garantizar que todos los habitantes del mundo tengan acceso a las vacunas. Esto requiere una política para el bien común que vaya más allá de los intereses privados de las grandes empresas farmacéuticas.Por último, es necesario que el mundo sindical y asociativo, incluidos nuestros movimientos, puedan participar en la renovación del dinamismo de la sociedad civil. Todos estamos llamados a ser los actores de esta Europa de los ciudadanos que queda por construir.
Oración: Padre, la esperanza no es fácil en este momento. Esperar en otra vida para los que me rodean, mis compañeros que se esfuerzan con sueldos pequeños... y, sin embargo, tenemos la suerte de no estar en el paro. ¿Somos realmente dignos de Tus palabras: "Amaos los unos a los otros como yo os amo"? Es hora de meditar. La COVID nos asfixia. Tú eres la vida, ayúdanos a salir, a movernos, a vivir sin excesivo miedo. No podemos seguir viviendo como si los demás fueran un peligro para nosotros. Creemos que Contigo podemos seguir celebrando la vida, como los que luchan por sus puestos de trabajo y por ofrecer una vida digna para todos. |
Declaración redactada por ACO Francia