Oración por nuestro mundo dolorido
Señor,
a ti venimos en estos momentos oscuros y duros.
A ti venimos a explicarte el dolor y la muerte
que causa la pandemia que diezma a nuestros pueblos.
Y ponemos en nuestra boca las palabras del salmista:
“Di al Señor: Tú eres mi refugio,
mi baluarte, mi Dios en quien confío.
Él te librará… de la peste asoladora… bajo sus alas te dará cobijo…
No temerás el terror de la noche… ni la peste que surca la niebla,
ni la plaga que devasta a pleno día” (Sal 91,2-6).
Señor,
en ti confiamos en estos momentos
en que tantos hermanos y hermanas nuestros,
tan débiles, viven en sus carnes
el dolor de la Pasión y Muerte de Jesucristo, tu Hijo.
“Consolad, consolad a mi pueblo” (Is 40,1). Con estas palabras de esperanza y confianza del profeta Isaías iniciamos este mensaje de Navidad dirigido a todos los miembros de los movimientos que conforman el MTCE, en estos tiempos duros que sufre nuestro mundo y nuestra Europa. La pandemia del COVID-19 se ha encarnizado en muchos de nuestros conciudadanos, tanto en los aspectos sanitarios como económicos, cebándose en los que sufren peores condiciones de vida. Además, muchos ciudadanos europeos han muerto en nuestros países a causa de esta pandemia.
“Porque no había alojamiento para ellos en la posada” (Lc 2,7). Muchas de las situaciones de precariedad que sufren muchos ciudadanos y ciudadanas europeas las experimentó Jesús, el Hijo de Dios, en su nacimiento. Una situación de pobreza vivida en estos tiempos, por muchas personas: trabajadores despedidos, puestos de trabajo destruidos, enfermos, secuelas psicológicas, fallecimientos, y otras consecuencias que nos deterioran como personas y como sociedad.
“Vayamos a Belén, a ver lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado” (Lc 2,15). La condiciones sanitarias y laborales que vive nuestra sociedad nos llaman a acercarnos al pesebre de Belén y contemplar en él a Jesús que nace en medio de nuestro mundo herido por la precariedad y el dolor. Por eso repetimos la acción de los pastores cuando nos acercamos a aquellos que más sufren a causa de esta pandemia. Que la solidaridad, el amor fraterno, y la entrega de nuestro tiempo sea la nota distintiva de nuestra visita al pesebre pobre y humilde que es hoy nuestro mundo.
El 16 de octubre de 2020 el MTCE ha celebrado su asamblea general anual. En esta ocasión ha sido de forma telemática debido a la pandemia de la COVID-19. En ella han participado representantes de 11 movimientos, pertenecientes a 9 países europeos. También han participado tres representantes del MMTC (Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos)
Un punto destacado ha sido la elección de la nueva presidenta. La elección por unanimidad ha recaído en Olinda Marques, miembro del movimiento LOC-MTC de Portugal que ha sustituido en el cargo a Petr Koutný, del movimiento KAP de República Checa, el cual llevaba dos años ejerciendo la presidencia.
Por otra parte, se ha informado de las actividades realizadas por el MTCE y por los movimientos miembros en el periodo transcurrido desde la anterior asamblea general, celebrada en Ostende, Bélgica en octubre 2019.
Con la satisfacción de haber podido celebrar este encuentro fraterno, aunque a través de pantallas, nos hemos emplazado para la próxima asamblea, prevista en septiembre de 2021 en Lisboa.
Réquiem por una Europa que debe morir, oda a una esperada Europa
1. En estos días de Covid-19 estamos viendo cómo la sociedad y las clases populares y trabajadoras se están organizando en redes de solidaridad y de apoyo mutuo. Estamos viendo el renacimiento de la acción comunitaria y una atención por las personas más desprotegidas. Estamos viendo cómo se reconoce cada día el trabajo denodado de la comunidad sanitaria, la centralidad de las trabajadoras del hogar y de las trabajadoras que cuidan de los enfermos y los dependientes, el heroísmo de tantas y tantos santos cotidianos, como gusta llamar al papa Francisco, pese a todas las dificultades y pese a que el virus del individualismo lo tenemos inoculado desde siempre, y más aún por parte de este capitalismo depredador y fratricida que nos ha llevado al borde del precipicio.
2. Por ello, si este tejido humano se está rehaciendo desde lo pequeño, con muchas gotas de amor, humildad y generosidad, aspiramos a ver estas dinámicas en las instancias que nos gobiernan y también en las empresas donde trabajamos. Así, nos duele ver cómo en Europa y en las instituciones comunitarias los gobiernos de los Estados miembros reproducen en interés propio unas dinámicas que ya se dieron, sin ir más lejos, en la crisis financiera del 2008, y que deben superarse en este momento tan grave.
A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones populares
Queridos amigos:
Con frecuencia recuerdo nuestros encuentros: dos en el Vaticano y uno en Santa Cruz de la Sierra y les confieso que esta "memoria'' me hace bien, me acerca a ·ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad. Ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca.
En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos.
Sé que muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles. A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función. Se los mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico. Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. Sin embargo, no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común. Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona y enseña mucho.
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