Europa, la guerra, Dios, las personas

 

En este año 2022, vamos a celebrar el Día de Europa (9 mayo) con el terrible telón de fondo de la guerra en Ucrania.

¿Qué podemos decir los cristianos?

Como sucedió también con la COVID, parece que el drama de Ucrania está planteando de nuevo las preguntas sobre Dios, la vida y el ser humano. ¿Qué hace Dios ante todo esto? ¿Dónde está Dios ante esas calles vacías, pobladas solo por cadáveres, algunos además con las manos atadas a la espalda? ¿Dónde está Dios ante esas madres desesperadas por no saber cómo liberar a sus niños del pánico, del hambre o de sufrimientos superiores a sus pequeñas fuerzas? ¿Cómo es posible que Dios permita lo que está ocurriendo en la Ucrania de hoy? O lo que ocurrió en los diversos Auschwitz de ayer.

Queremos ser cristianos y testigos de la propuesta de salvación y liberación que Jesucristo ofrece a la sociedad y al mundo del trabajo, pero las personas de nuestro entorno nos presentan estas preguntas.

El problema del “silencio de Dios”, lo han tenido que soportar los cristianos desde el principio de los tiempos.

Video: La manta de picnic dominical más grande del mundo

En marzo de 2022 se cumplirán 1.701 años del decreto del emperador romano Constantino por el que se estableció el domingo como día de descanso en todo el Imperio Romano. En varios lugares de Europa se multiplican las iniciativas con motivo de la celebración del Día Internacional del Domingo sin Trabajo, el 3 de marzo.

En Alemania, el Movimiento Obrero Católico aprovecha este día para expresar su profunda preocupación por el futuro del domingo libre e insta a los poderes políticos a seguir aplicando la ley que protege el domingo como día de descanso en Alemania. Este movimiento a favor del Domingo Libre representa no sólo a los partidarios del KAB - Movimiento de Trabajadores Cristianos de Alemania, sino a innumerables personas que ven el domingo como un símbolo de una vida formada en la libertad y la autodeterminación. En su compromiso, la KAB se une a los sindicatos, a las principales asociaciones deportivas y a otras iglesias cristianas.

Hermanas, hermanos, queridos poetas sociales:

1. Queridos Poetas Sociales

Así me gusta llamarlos, poetas sociales, porque ustedes son poetas sociales, porque tienen la capacidad y el coraje de crear esperanza allí donde sólo aparece descarte y exclusión. Poesía quiere decir creatividad, y ustedes crean esperanza; con sus manos saben forjar la dignidad de cada uno, la de sus familias y la de la sociedad toda con tierra, techo y trabajo, cuidado, comunidad. Gracias porque la entrega de ustedes es palabra con autoridad capaz de desmentir las postergaciones silenciosas y tantas veces educadas a las que fueron sometidos —o a las que son sometidos tantos hermanos nuestros—. Pero al pensar en ustedes creo que, principalmente, su dedicación es un anuncio de esperanza. Verlos a ustedes me recuerda que no estamos condenados a repetir ni a construir un futuro basado en la exclusión y la desigualdad, el descarte o la indiferencia; donde la cultura del privilegio sea un poder invisible e insuprimible y la explotación y el abuso sea como un método habitual de sobrevivencia. ¡No! Eso ustedes lo saben anunciar muy bien. Gracias.

Gracias por el vídeo que recién compartimos. He leído las reflexiones del encuentro, el testimonio de lo que vivieron en estos tiempos de tribulación y angustia, la síntesis de sus propuestas y sus anhelos. Gracias. Gracias por hacerme parte del proceso histórico que están transitando y gracias por compartir conmigo este diálogo fraterno que busca ver lo grande en lo pequeño y lo pequeño en lo grande, un diálogo que nace en las periferias, un diálogo que llega a Roma y en el que todos podemos sentirnos invitados e interpelados. «Para encontrarnos y ayudar mutuamente necesitamos dialogar» (FT 198), ¡y cuánto!

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Señor Presidente de la Conferencia Internacional del Trabajo,
Estimados Representantes de los Gobiernos, de las Organizaciones de empleadores y de trabajadores:

Agradezco al Director General, señor Guy Ryder, quien tan amablemente me ha invitado a presentar este mensaje en la Cumbre sobre el mundo del trabajo. Esta Conferencia se convoca en un momento crucial de la historia social y económica, que presenta graves y amplios desafíos para el mundo entero. En los últimos meses, la Organización Internacional del Trabajo, a través de sus informes periódicos, ha realizado una labor encomiable dedicando especial atención a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables.

Durante la persistente crisis, deberíamos seguir ejerciendo un "especial cuidado" del bien común. Muchos de los trastornos posibles y previstos aún no se han manifestado, por lo tanto, se requerirán decisiones cuidadosas. La disminución de las horas de trabajo en los últimos años se ha traducido tanto en pérdidas de empleo como en una reducción de la jornada laboral de los que conservan su trabajo. Muchos servicios públicos, así como empresas, se han enfrentado a tremendas dificultades, algunos corriendo el riesgo de quiebra total o parcial. En todo el mundo, hemos observado una pérdida de empleo sin precedentes en 2020.

Con las prisas de volver a una mayor actividad económica al final de la amenaza del COVID-19, evitemos las pasadas fijaciones en el beneficio, el aislacionismo y el nacionalismo, el consumismo ciego y la negación de las claras evidencias que apuntan a la discriminación de nuestros hermanos y hermanas “desechables” en nuestra sociedad. Por el contrario, busquemos soluciones que nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es verdadera y esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano.

Recordando el papel fundamental que desempeñan esta Organización y esta Conferencia como lugares privilegiados para el diálogo constructivo, estamos llamados a dar prioridad a nuestra respuesta hacia los trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo y que todavía se ven afectados por la pandemia del COVID-19: los trabajadores poco cualificados, los jornaleros, los del sector informal, los trabajadores migrantes y refugiados, los que realizan lo que se suele denominar el “trabajo de las tres dimensiones”: peligroso, sucio y degradante, y así podemos seguir la lista.

RERUM NOVARUM (15 de mayo de 1891) y el nacimiento de la Doctrina Social Católica

El 15 de mayo de 1891, el Papa León XIII publicó la Encíclica RERUM NOVARUM. Este fue el nacimiento de la Doctrina Social Católica. Como Iglesia, era la voluntad de mirar hacia un nuevo futuro en el que se anunciaban fuertes cambios económicos, sociales, políticos, espirituales y culturales. En este Año Jubilar de 2021, echamos la mirada a esos 130 años de historia.

La publicación de la Encíclica Rerum novarum del Papa León XIII se considera el nacimiento de la Doctrina Social Católica. Pero como es habitual en los nacimientos, tuvo una larga "gestación".

El siglo XIX estuvo lleno de sobresaltos: hasta entonces, la mayor parte de la población vivía de la agricultura y, una parte menor, del comercio. La invención de la máquina no sólo condujo a la separación del trabajo y el capital, sino también a la concentración de los trabajadores. Esto supuso una gran convulsión económica, seguida de una social.

 

Desde hace más de un año, nuestro planeta se enfrenta a una crisis sanitaria y social que nos afecta a todos. Sin embargo, no todos los grupos sociales sufren las consecuencias de la misma manera.

Las clases populares, los obreros y los empleados son los más expuestos a los riesgos de contagio. La tasa de mortalidad en estas categorías sociales es mucho mayor que en las más acomodadas.

Las clases populares, las más afectadas

Las condiciones de trabajo se han vuelto cada vez más difíciles y las medidas necesarias de prevención han provocado un aumento significativo de la carga de trabajo para algunos empleados que no pueden realizar sus tareas a distancia. Para otros, el teletrabajo ha sido una medida impuesta que puede conducir a una gran presión, al aislamiento y a una mayor explotación.